Yo puedo darte un poco de fe»... En unos diez minutos pronunció esa frase acompasadamente unas mil veces. Acompañaba el repertorio con gestos de vídeo de rapero. El presunto artista (confirmadamente colocado) era un tipo que daba la lata a todo el mundo en el bar 'Zuka'. Un mensaje a ritmo de hip hop. Aquí eso de los mensajes vende. Los asuntos religiosos están muy presentes en la sociedad sudafricana. Predicadores a ras de suelo, panfletos que invitan a ver la luz y hasta reportajes televisivos que vinculan el fútbol con lo más divino. Esta misma mañana, un hombre se acercó a mi amigo Jesús y empezó a hablarle del Mundial y de su admiración por Kaka. Al cabo de un rato, sacó una pequeña caja redonda de su bolsillo con un tapa pintada como un balón. En su interior había obleas con mensajes de la Biblia grabados. «Un regalo», dijo...
A Jesús le están tocando todas estas cosas. Cada vez que enseña su pasaporte, se levanta una mirada al otro lado del mostrador. Porque al Jesús, en el documento, le sigue un María.
Lo que en España es una costumbre convencional, aquí despierta la curiosidad y hasta la sonrisa. Que un hombre se llame Jesús María les resulta chocante. Que si eres religioso, que si judío...
Con todo, no debe resultar pecaminoso tratar de obtener unos rands de más con pequeños engaños. Sin ir mas lejos, un taxista pedía 70 por un recorrido de 30. No picamos porque el trayecto era ya conocido después de unos días aquí. Lo mejor es pedir que pongan el taxímetro y preguntar, además, cuanto calculan que va a salir antes de subirse al coche. Lo mejor es que, ya dentro del vehículo, el conductor se reía a carcajadas cuando le dijimos que estaba tratando de engañarnos... «No problem, man...», repetía entre risas. Y realmente no lo hay.
Lo del trafico también tiene su 'aquel'. Se circula, como los británicos, por el lado contrario. Por lo tanto, el asiento del conductor también está al otro lado. La tendencia al subirse suele ser una redundancia en el error durante los primeros días. Lo mejor es la sensación al llegar a una rotonda. Además, parecen tener prisa al volante. Por las ciudades se conduce rápido. Muy rápido.
Un último detalle en carretera: en la puerta de los taxis de Ciudad del Cabo suele estar escrito el precio que cobran por kilómetro. Para los que miran la 'pela'. Los mismos que en el Green Market regatean hasta límites insospechados. Al precio inicial siempre hay que contestar con la mitad y se inicia un divertido tira y afloja que acaba con un apretón de manos. Es obligado rebajar el precio. Resulta entretenido y los vendedores son gente muy amable. Pero hay, entre los turistas, quien parece un tanto miserable sólo para presumir. Un euro son nueve rands. Hay quien va sacando pecho por rebajar cincuenta céntimos una pulsera. ¿Quién está engañando a quién? Anda ya...
ÁLVARO MACHÍN
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