2/4/2008  CRÓNICA DESDE BERLÍN // BERLÍN
    De copas en el tranvía bar
- El tranvía bar de Berlín.
PAOLA Álvarez
       Los transportes públicos berlineses han estado estos días en el punto de mira internacional por su sonada huelga indefinida que ha colapsado la capital justo cuando el invierno daba sus últimos coletazos. La empresa del transporte metropolitano de la capital, la BVG, es un curioso fenómeno. Los berlineses mantienen una relación de amor y odio con ella. El odio se deriva de sus elevados precios, nada acordes con el nivel de vida de la ciudad, y ahora aumenta con el conocimiento de que ni siquiera paga bien a sus empleados.Pero también está el amor, y no solo basado en la necesidad de sus servicios, sino asimismo en las curiosas ofertas y los servicios extras a medio camino entre la diversión de la ciudad más cool de Europa y ese inevitable aire pueblerino que desprende a menudo.
Quizá la oferta que mejor combine estos dos elementos sea su cada vez más solicitado tranvía bar. La BVG pone a disposición de particulares, empresas y grupos de turistas un bar móvil que sirve tanto para conocer la antigua zona este de la capital --la única con red de tranvías-- como para montar una fiesta sorpresa y hasta una reunión de trabajo, según anuncia en su web.
Este tranvía tan especial, con capacidad para 30 personas, tiene servicio de camareros, música y hasta un retrete, y se alquila por recorridos o por horas. Eso sí, los que quieran hacer uso de él deben estar preparados para afrontar el tipo de precios que hacen a esta empresa tan impopular.
Alquilar este tranvía festivo durante la semana cuesta nada más y nada menos que 165 euros por cada 90 minutos, precio que sube hasta los 190 durante el fin de semana.
Su color gris y una copa de vermut Martini dibujada en su exterior lo diferencian de los tranvías de la red regular y dejan clara su finalidad. A pesar de haber contado con centenares de clientes en el último año, muchos berlineses siguen quedándose atónitos cuando uno de estos tranvías hace una corta parada en una estación y por sus puertas se escapa una música estridente y las risas del afortunado grupo.
Y es que el afán recaudador de la BVG no tiene fin, al contrario que su vocación de servicio público. Ahora, la empresa intenta explotar el auge del turismo. A sus tradicionales autobuses de línea de dos pisos que recorren el centro histórico usurpando clientes a los buses turísticos, se unen este tipo de ofertas y otras como visitas a los túneles del metro, paseos en tranvías de principio de siglo y hasta trenes descapotables para recorridos veraniegos.
Por eso no es de extrañar que, aunque los sindicatos y la patronal sigan sin llegar a un acuerdo, la empresa presentara una oferta a sus trabajadores para que volvieran a trabajar durante la Semana Santa. Una cosa es perder el dinero de los usuarios del día a día y otra renunciar al filón de turistas que abordaron la ciudad en estas fiestas. Sea como sea, los berlineses han tenido un respiro estos días gracias al turismo. Lo que pase ahora con las protestas sindicales está por ver. Quizá la BVG pueda acceder a los aumentos que le piden después de haber hecho caja extraordinaria.
el periódico
 
 
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