martes, 25 de mayo de 2010

Las demandas para ser taxista en BCN aumentan el 50% en un año



• Solo aprueban el examen el 40% de los inscritos, mientras que en el 2000 lo superaban el 90%
• El número de aspirantes se ha multiplicado por ocho en una década y la mitad ya son extranjeros


Un taxista paquistaní (izquierda) y otro indio, ayer, en la parada
 de la plaza de Catalunya. Foto: SERGIO LAINZ
Un taxista paquistaní (izquierda) y otro indio, ayer, en la parada de la plaza de Catalunya. Foto: SERGIO LAINZ

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA
Andrés lleva 17 años al frente de una escuela de taxistas y nunca antes fue tan agorero. «Todo ha cambiado por la necesidad de mucha gente de trabajar de lo que sea. El taxi se ha convertido en una profesión refugio para desempleados e inmigrantes y el número de aspirantes no para de crecer», resume, sin ninguna intención de cerrar la puerta a nadie pero sí de «mantener la dignidad y la vocación» en este «combativo sector». El año pasado, 2.203 personas se sometieron a examen para lograr la credencial de taxista. En lo que llevamos del 2010, con tres convocatorias celebradas de nueve programadas, ya son 1.025 los postulantes, con lo que, de mantenerse la media, el año acabará con más de 3.000 solicitudes, un 50% más que en el 2009. Si se tiene en cuenta que el área metropolitana dispone de 10.480 licencias en activo y de 12.798 profesionales al volante, no es difícil concluir que no hay carreras para todos.
La crisis ha esculpido en el sector tres perfiles muy diferenciados. Está el hijo del taxista, que heredará la licencia, el coche y los consejos y advertencias de su padre; el ciudadano que se acaba de quedar sin empleo y busca una salida supuestamente fácil en el taxi –«muchos de la Seat o de la Nissan», apunta Andrés–, y el inmigrante, que después de ver las escasas oportunidades que brinda el mercado laboral cree que podrá encontrar trabajo como asalariado de un autónomo o de un empresario que posea varias licencias, posiblemente en turnos de noche.

CLASES IMPROVISADAS DE CASTELLANO / El aluvión de extranjeros –paquistanís y marroquís, en su mayoría– se está convirtiendo en un problema que luego revierte en la calidad del servicio. Su bajo o nulo nivel de castellano obliga a los profesores a recurrir al inglés y a reducir el avance ideal de la clase. «Damos más lecciones de castellano que de taxista y esta situación atrasa mucho al resto», asegura Andrés, alarmado por el hecho de que cerca del 50% de los inscritos ya provengan de otros países. «Si son de aquí o de allí es lo de menos, lo más preocupante es que no conocen nada de Barcelona y muchos no hablan nuestro idioma. El ayuntamiento debería darse cuenta y hacer algo, porque el taxista es a veces la primera y la última impresión que se lleva el turista de la ciudad», advierte.
Esta situación, unida al hecho de que el examen se endureció hace cosa de un año, provoca que en las tres convocatorias de este año hayan pasado la prueba solo 415 aspirantes, un 40,5% del total, mientras que el año pasado lo aprobaron un 78,3%. Lejos, muy lejos quedan esos porcentajes del 90% de admitidos registrados entre los años 2000 y 2005.
El examen de abril, al que acudió este diario, sirve de referencia para trazar la radiografía del sector. Hombres de entre 25 y 55 años, mitad españoles y mitad extranjeros, nerviosos por un control de casi tres horas que alterna preguntas en catalán y castellano y que incluye un apartado de conocimientos urbanos que deben responderse sin guía. Andrés cuenta que muchos inmigrantes van de academia en academia «buscando la que tiene más exámenes con la intención de memorizarlos y pasar el mal trago como sea».
Otro tema preocupante es la «suplantación de identidad», algo que nadie ha demostrado pero que todo el mundo presupone. Este formador comenta que muchos extranjeros «con el mismo apellido» aprovechan esta circunstancia para hacerse pasar por otro y conseguirle el carnet de taxista sin que tengan que abrir un solo libro o aprender dónde está la Sagrada Família o la Pedrera.

UN BUEN NEGOCIO PARA EL IMT / Así las cosas, no es de extrañar que solo cuatro de cada diez logren pasar el test. Esto, sin embargo, no tiene por qué ser una mala noticia para el Instituto Metropolitano del Taxi (IMT), ya que por cada inscrito ingresa 117 euros. En lo que va de año, este organismo ya ha recaudado 119.925 euros, y el año pasado se embolsó 257.751 euros. «No hay duda de que a ellos ya les va bien que la gente suspenda las tres convocatorias», concluye Andrés, que, a pesar del mal momento, no cambia el taxi «por nada del mundo».

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