Dice: «No puede ser que en según qué fechas tengas que pedir un taxi con una semana de antelación porque sino no hay servicios». Para Josep Maria Ballesteros, presidente para Cataluña de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), el servicio de taxi adaptado -que cuenta con 76 coches en el área metropolitana de Barcelona- es hoy por hoy la pata deficitaria dentro del sistema de transporte público accesible.
Asociaciones como Cocemfe, y otros usuarios a nivel particular, reconocen que en los últimos años se ha realizado un gran esfuerzo económica para hacer adaptable el sistema de transporte público de Metro y autobuses, un cambio en positivo que no ha llegado en la misma proporción hasta el taxi, que hay que recordar «que es también un servicio público», recuerda Ballesteros. Ahora la totalidad de los autobuses de Barcelona (1.080 vehículos) son accesibles (piso bajo y rampa para silla de ruedas), y se espera que para fin de año también lo sean todas las paradas. En cuanto a Metro, 84 de las 123 paradas existentes cuentan con ascensor desde la calle al andén, mientras que las 39 restantes se confía en tenerlas adaptadas en dos años. Como de costumbre, la excepción en negativo es Cercanías, «un desastre, una opción totalmente descartada por el colectivo de minusválidos», sostiene Ballesteros.
Junto a las Cercanías de Renfe, las asociaciones señalan el taxi como el siguiente objetivo. Con una flota de 10.500 vehículos, sólo se cuenta con 76 coches adaptados, lejos del 10 por ciento que fija el real decreto del Transporte como cifra óptima. Desde el Institut Metropolità del Taxi (IMT), su gerente, Miguel Ángel Martín, reconoce que la progresión es lenta, pese a lo cual no se plantean condicionar la renovación o concesión de nuevas licencias a la adaptabilidad de los coches.
«Está entre nuestras prioridades, pero preferimos no obligar a nadie», sostiene Martín, una postura que desde Cocemfe se denuncia como poco valiente. «Si no hay más oferta de coches y disponibilidad, el servicio deja de ser útil», sostienen.
12.000 euros
Hoy por hoy, la subvención de hasta 12.000 euros que concede la ONCE y el Imserso basta para adaptar un vehículo, que generalmente es un monovolumen, explica Rudesindo Izaguerri, al frente de Taxi Amic, la empresa-emisora que reúne a 57 de los 76 coches accesibles de Barcelona. Con unos 120.000 servicios al año -entre el 85 y el 90% están pagados por el Ayuntamiento mediante el servicio «puerta a puerta»-, en Taxi Amic trabajan taxistas como el que ilustra este reportaje, José Luis González. el chófer habitual de María Rosa Romía, también en la imagen.
«Son conductores hechos de una pasta especial. Gente con vocación de ayudar a la gente», recuerda Izaguerri, para quien la relativa mayor rentabilidad del taxi adaptado en relación al convencional (sobre el tres por ciento) no explica la dedicación y esfuerzo de esos conductores.
«No queremos subvención»
Desde Taxi Amic se reconoce que para dar un mejor servicio sería necesario contar con más coches, pero nunca en las cifras que se plantean desde las asociaciones. En un debate que también es general al taxi «normal», los conductores defienden de siempre flotas cortas para garantizar una mayor rentabilidad, ya que «de otro modo la gente desertaría». «Hay que buscar el equilibrio», insiste Izaguerri. «El taxi adaptado no pide subvenciones, sino más servicios. Si la administración quiere aumentar la flota de taxi adaptado en un 30 por ciento, debería garantizar que contratará más viajes -del tipo puerta a puerta-, en la misma proporción», añade.
Mientras el sector defiende su negocio y la administración no se decide a impulsar medidas definitivas, los colectivos de minusválidos reclaman más coches.
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