lunes, 20 de julio de 2009

La aventura de coger un taxi en El Cairo


Coger un taxi en El Cairo es exponerse a situaciones totalmente inesperadas, que a veces incluyen emociones fuertes. El Gobierno egipcio desea mejorar la situación y dará ayudas para renovar los vehículos que sean candidatos al desguace.

ENTRE los recuerdos que se quedan grabados a los turistas que visitan El Cairo, con sus 18 millones de habitantes, está no sólo la majestuosidad de las pirámides y las mezquitas históricas, sino también los viajes en taxi, que constituyen una interesante experiencia intercultural si el extranjero tiene nervios de acero, mucho humor y una paciencia angelical.

Porque si no ocurre que el conductor fume y hable por el teléfono móvil a la vez a 80 kilómetros por hora, es probable que escuche a todo volumen emocionantes comentarios de partidos de fútbol o suras del Corán. Los asientos suelen estar además tan mugrientos que es muy mala idea subirse con ropa blanca.

Durante el verano, los taxistas y pasajeros forman una comunidad penitente que soporta sin aire acondicionado temperaturas de hasta 45 grados en medio de los eternos embotellamientos. Las mujeres que no lleven túnicas hasta los pies deben contar además con que el conductor hará todo lo posible por mirarles las piernas a través de sus varios espejos, con el peligro de accidentes que ello conlleva.

El punto culminante de la aventura llega sin embargo al bajarse del vehículo, cuando conductor y pasajero discuten por el precio del viaje. Un taxi normal negro y azul de El Cairo no tiene taxímetro. "Cuanto más ligera sea tu vestimenta, más dinero pedirá él", advierte un conocedor del país en un foro de viajes de Internet. Los taxistas sacan de quicio también a muchos egipcios al exigirles precios desorbitados con el argumento de que la gasolina ha vuelto a subir o de lo costosas que son las clases de apoyo escolar para sus hijos.

El Gobierno egipcio ha presentado ahora un plan para mejorar la situación, tanto para mejorar la imagen de El Cairo como para ayudar a los pasajeros. El programa entrega a cada taxista cairota 5.000 libras egipcias (895 dólares) si lleva su vehículo al desguace. Además, podrá elegir de entre cinco opciones un nuevo taxi que puede pagar mediante un crédito concedido por el Estado. Los coches se montan todos en Egipto, con lo que a la vez el gobierno fortalece la demanda en tiempos de crisis económica. El más barato que ofrece el gobierno es un Lada, y el más caro un Chevrolet "Lanos". Los nuevos taxis son todos blancos y negros, tienen aire acondicionado y taxímetros. Esto último alegra no sólo a los pasajeros, sino también a algunos conductores, que dicen estar hartos de los continuos debates sobre el precio.

"Los empleados de los hoteles instruyen a los turistas en nuestra contra y les dicen que tienen que pagar la mitad de lo que les pida el taxista", se indigna un universitario que tras buscar trabajo infructuosamente se dedica a conducir un taxi.

Desde que se lanzó el programa subvencionado, en abril, se han vendido unos 4.000 coches. Shawki Ibrahim, que conduce un taxi desde hace 18 años, se decidió por el Lada.Pero a lo largo del viaje queda claro que el gobierno puede cambiar los coches, pero no el comportamiento de los conductores. Ibrahim enciende el taxímetro sólo tras la obstinada insistencia de la pasajera. Luego suena su teléfono y se pelea de tal modo con un pariente al que le ha prestado dinero que ni presta atención al tráfico ni a la mujer, que opta por huir del escándalo dejándole un billete de diez libras en la mano.

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