¿Qué importa que los personajes parezcan salidos de un cómic? ¿Que la historia esté bastante mejor contada en la película original de los años 70? ¿Que el gran Denzel Washington arrastre cansino un personaje de hombre bueno que repite como el ajo? Si eres de los que disfrutas del ritmo acelerado y los efectos especiales, si te dejas llevar por la acción mientras engulles palomitas sin preguntarte si tiene mucho sentido lo que estás viendo, este es tu estreno para refugiarte de los calores del verano.
Detrás de este engrasado producto comercial que no pasará a la historia del cine, el tándem Tony Scott-Denzel Washington o lo que es lo mismo, un director con experiencia en el mercadeo de imágenes vacías, con Top Gun, Déjà Vu o Domino entre sus últimos estrenos, y un actor por encima del bien y del mal y que combina sin complejos títulos de los que traen Oscar (ya tiene dos) con proyectos ultracomerciales de los que traen un aluvión de dólares a la ya superpoblada cuenta corriente.
Acción desenfrenada, espectaculares explosiones, una trama de esas que te atan a la butaca (un tipo pide 10 millones de dólares a cambio de que ningún pasajero del metro de Nueva York resulte herido) y un Travolta que borda su papel de loquito maniático e inteligente en una película que es pura forma, fuegos de artificio al servicio de la nada. El cine que viene.
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