domingo, 31 de mayo de 2009

La guerra del taxi


Corresponsal en Cuba
Fernando García | 28/05/2009 - 18:35 horas
"Tremenda matazón" es lo que hay en las colas de taxi de La Habana a las horas punta. No es un decir. En algunos de los momentos de tensión que desde hace unos días se viven en la parada de Prado y Neptuno, en pleno centro de la ciudad, hemos visto empujones, meneos, pisotones, y algún soterrado rodillazo. Las peleas se deben a una abrupta caída del número de vehículos en activo tras la decisión de las autoridades de perseguir y castigar a conciencia a los taxistas ilegales, que en la isla son legión.

La medida afecta sobre todo al sector de los llamados boteros que manejan cacharros más o menos antiguos, en su mayoría almendrones de los años cincuenta. Los carros funcionan como taxis colectivos por rutas urbanas establecidas y el servicio se cobra en moneda nacional (10 o 20 pesos según la longitud del recorrido, es decir menos de medio dólar o un dólar). Claro, que los boteros no legales también podían y pueden –si asumen un riesgo ahora mayor– hacer de su capa un sayo y trabajar para un solo cliente, cobrarle en moneda nacional y llevarle a la otra punta de la isla.

Éste es el caso de un sin papeles del taxi que, sentado en un banco del Parque de la India, muy cerca del Capitolio, nos cuenta la desgracia que padece desde hace dos viernes. Aquel día entró en vigor la regulación que ordena a la policía "priorizar" y aplicar con todo rigor unas sanciones previstas desde 1999 para los boteros que no son propietarios de los vehículos que utilizan como taxi y carecen de licencia para ello, o bien que no han pasado la inspección: "Si me agarran me pondrán una multa de 1.500 pesos (unos 60 dólares, un fortuna aquí), y me voy pa'l carajo. Si pudiera pagar y siguiera, a la segunda que me cogieran me quitarían el carro" se lamenta el botero clandestino.

Cerca de su destartalado Dodge del 59, propiedad de un familiar suyo, una veintena de viejas glorias similares y de ejemplares de Lada o Moskovi aguardan aparcados en un discreto callejón mientras sus conductores susurran "¿taxi, taxi?" a turistas y paseantes. "Antes gritabas ¿TAXI? y no había problema, pero ahora..." Con todo, nuestro entrevistado confía en que la persecución se relaje con el tiempo. "Hoy estamos en candela, pero ya usted sabe que no hay candela que no se apague".

Por ahora, en las paradas legales como la de Prado y Neptuno o la del cine Yara en el barrio del Vedado, los momentos próximos a la entrada y salida del trabajo son de ansiedad y codazos cada vez que aparece un taxi. "Antes se fajaban los taxistas, ahora los pasajeros", dicen. La caída de la oferta se ve agravada por un frenazo, a causa de la crisis, en las inversiones con las que el Gobierno de Raúl Castro había logrado mejorar a ojos vista el transporte de pasajeros en La Habana y en toda Cuba. Ahora, también las colas de la guagua están creciendo.

La mano dura contra boteros fuera de la ley no sólo busca, según explica la ordenanza, combatir las ilegalidades y "garantizar una mayor seguridad vial en la transportación de personas"; también forma parte "del trabajo que se lleva a cabo con vistas al reordenamiento vial y la recuperación del transporte público en la capital". ¿Cómo? ¿Poniendo fuera de circulación una flota clandestina pero hasta ahora tolerada que según los propios interesados puede suponer la mitad de todos los taxis de La Habana?

Para ser justos, hay que recordar que hace cinco meses el Gobierno autorizó la emisión de nuevas licencias de taxi tras diez años de suspensión. Las solicitudes pueden superar las 5.000, según fuentes extraoficiales del sector. "El problema es que la burocracia lo retrasa todo y hay por lo menos 2.000 expedientes en espera", dice un taxista legal. Él, por cierto, está encantado porque ahora trabaja "más que nunca". Encantado aunque exhausto. "No podemos con todo", comenta.

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