jueves, 14 de mayo de 2009

Bebé hace historia en Metro dominicano, pero está indocumentado

Por moisés saab

Santo Domingo, 12 may (PL) Es improbable que sea el único, pero lo que sí resulta seguro es que tuvo la primicia: Gregorio es el primer humano en nacer en el polémico Metro de esta capital, inaugurado en febrero pasado.

La rapidez y la limpieza del flamante medio de transporte impulsaron a los familiares de una embarazada a optar por ese medio en vez de las ruidosas y temerarias "voladoras", minibuses privados del transporte público que siembran el terror en el caótico tráfico capitalino.

Pero el neonato mostró rasgos de impaciencia y, con ese impulso de los nuevos que llegan con su pasión, irrumpió en la vida, auxiliado por la que es su tía, con acompañamiento musical de los gemidos de su madre y sobre los confortables asientos del tren metropolitano.

Afortunado bebé, ahorró a sus padres el dilema de escoger nombre, pues vio la luz, aunque fuera artificial, en la estación Gregorio Luperón, uno de los próceres de la independencia dominicana.

Sin embargo, su inusitada llegada a la vida en sociedad, también trajo aparejados problemas, pues Gregorio, en la práctica, no existe a los efectos legales.

En efecto, el hospital donde se atendía su madre tomó nota del natalicio, es probable incluso que le hayan prodigado algunas caricias y los habituales "ese niño nació criado", porque Gregorio es rollizo.

Los problemas comenzaron cuando las autoridades del hospital se negaron a registrar el natalicio de Gregorio aduciendo que no nació en el centro y, por ello, a sus efectos la criatura aún anda dando vueltas en líquido amniótico y arropado en la dulce placenta de su progenitora.

Sin proponérselo, Gregorio llegó al país desde el cual la burocracia española, una de las más diabólicas nunca tramadas por la mente humana, irradió hacia el resto de las Américas y se mantiene vigente con su insondable mundo de cuños y firmas, muchas rúbricas, para todo lo humano y lo divino.

Este fue sólo el comienzo; ya tendrá tiempo de enterarse en su tierna carne propia.

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