Los carteristas frecuentan esta línea, que los días de buen tiempo va con los autobuses a rebosar
Carmen Pérez y Joaquín Villarino - ambos a punto de entrar en el grupo de los octogenarios- acomodan la sombrilla, la bolsa y la pequeña nevera en el autobús al subirse en Esplugues. Van a la Barceloneta, como casi cada día. A la playa. El bus, con bastante tino, lo conduce Magdalena. Es la línea 57, un trayecto poco playero, y de las más largas de TMB - más de una hora y media-, pero al llegar el buen tiempo de satura. Entre los pasajeros hay bañistas, que suponen la mayoría del pasaje a partir de la plaza Espanya. También hay ciudadanos que van a comprar o que vuelven de Sants y Collblanc. Otros que se mueven por trabajo en la zona del Paral · lel y del centro. O, incluso, carteristas que bien conocen la buena afluencia de la línea. "Los fines de semana es todavía peor. Ya sí que no cabe nadie. El autobús se llena de neveras de playa y sombrillas", explica Jacinto, que se sube en una de las paradas de la carretera de Sants. Curiosamente, hace el comentario justo cuando en el autobús ya no empieza a caber ni un alfiler. "¿Permite?", le dice un hombre educadamente que quiere pasar hasta el final del vehículo. "Es un carterista. A este lo tengo yo fichado, y por eso se va para el final del autobús. Para bajarse porque sabe que sé que es un chorizo", susurra Jacinto. ...
LA VANGUARDIA
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