Con él al volante el billete no sólo valía para el viaje... un beso, una sonrisa, una confidencia. «No hallarás a nadie que hable mal de él», dicen
El conductor decano del transporte urbano de Logroño se jubila con más amigos que viajeros tras 34 años y 4 meses de servicio en distintas líneas.
Adiós al decano de los autobuseros. Las felicitaciones y muestras de cariño se le acumulan a Antonio desde que se supo de su retirada. :: DÍAZ URIEL
«¿Qué tal con tu nueva vida?», le pregunta María del Mar iluminándosele el rostro nada más verle mientras espera la llegada del 'cuatro'. Antonio responde a sus dos sonoros besos con un abrazo casi sin tiempo a responder al percatarse de la presencia de otra cara conocida entre los viajeros que esperan su turno. Las felicitaciones y las muestras de cariño se le acumulan en las últimas semanas... prácticamente desde que se supo que tocaba retirada. Antonio Irigoyen García, popularmente conocido como 'El Barbas', aparcaba definitivamente el pasado sábado el autobús urbano que ha conducido presto y dispuesto durante los últimos 34 años y cuatro meses convirtiéndole en el decano.
«Todos sabían que era mi último día, porque soy como un libro abierto. nunca he sabido tener secretos», confiesa. Se despidió entonces y ya hay quien le echa de menos. Ausencias como la suya son difíciles de cubrir, aunque él prefiere no darse la más mínima importancia. Basta con acompañarle a cualquiera de 'sus' paradas para comprender de quién se trata.
Antonio, soriano de nacimiento pero logroñés de adopción, se jubila a los 62 años dejando no a viajeros sino a amigos. Si bien para los usuarios ocasionales podía ser un conductor más de la Línea 4, para los más frecuentes, que son mayoría, era el conductor, 'su' conductor, con mayúsculas. Y es que con él al volante el billete no sólo daba derecho al viaje. Un beso, una sonrisa, una broma, una confidencia. El trayecto nunca era rutinario.
Modesto como pocos, asegura que sólo cumplía con su obligación. Sin embargo, trabajando no hacía otra cosa que ganarse a la gente. «No encontrarás a nadie que hable mal de él», dicen quienes a lo largo de estos años han tenido de la suerte de conocerle. De la misma manera que es difícil hallar a alguien que no tenga alguna anécdota con él a los mandos. De esas que llegan. «¿Dónde está lo más bonito?», preguntaba a los más pequeños para arrancarles un beso. «Soy muy besucón», dice con ternura.
Casado con una arnedana, Inmaculada, y padre de dos hijas gemelas, Sara y Mercedes, llegó a Logroño en 1978 y lo hizo para quedarse. «Me costó dar el paso», reconoce ahora. Fue precisamente su carácter afable y extrovertido el que le granjeó la fama de buena persona que le persigue allá por donde va. «Me encanta hacer favores. soy incapaz de pisar el acelerador cuando veo a algún rezagado y, de hecho, en todos estos año no he hecho otra cosa que pisar el freno». «¿Que el resto no lo hace? Nunca me ha gustado que me pusiesen como el bueno de la película, pues en un colectivo de 300 chóferes hay de todo como en cualquier sitio y la gente es muy dada a fijarse sólo en lo malo», explica algo molesto. Si algo le caracteriza, es que Antonio nunca ha querido ser más que Antonio.
Siendo como era el conductor que más tiempo llevaba al volante de los autobuses urbanos de Logroño, 'El Barbas' ha sido testigo directo de la evolución del transporte público en la capital. Hay incluso quien le recuerda ya de antes. Hoy era quien ponía rostro a la línea que conecta Pradoviejo con el Palacio de Congresos llegando a adquirir para muchos niños la categoría de ídolo. junto a los futbolistas de moda del momento. Sus allegados cuentan que los pequeños viajeros le devolvían sus atenciones en forma de dibujos, que él, agradecido, colgaba mediante imanes en la nevera.
Asegura que su premio ha sido bajarse del autobús con la satisfacción del deber cumplido... y poder cuidar al fin durante las 24 horas de su mujer, sus hijas y sus 'perritas'. ¿Conducir? «El coche, que hasta ahora sólo lo usaba mi esposa», ríe sin parar de hablar.
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