martes, 17 de enero de 2012

¿Callar y pagar?


¿Callar y pagar?

Jornada de 'molinetes solidarios' en Buenos Aires.
Jornada de 'molinetes solidarios' en Buenos Aires.
En Buenos Aires también ha subido el precio del billete de metro. Allí lo llaman boleto. Pero no solo en eso son distintos los argentinos. Esta semana, a la espera de que la justicia decida si una subida del 127% en el precio del billete del suburbano es o no legal, de lo que se habla en los vagones del metro porteño es de los “molinetes solidarios”, pues así ha bautizado la prensa local a la iniciativa de la Asociación Gremial de Trabajadores de Subterráneos y el Premetro de levantar lo que en esta parte del Atlántico se conocen como los tornos de entrada de la estación. A miles de usuarios de la capital argentina, claro, la iniciativa les encanta. A los de Barcelona que esta semana han intentado prender la mecha de una respuesta ciudadana ante el incremento de tarifas decidido por la Autoritat del Transport Metropolità (ATM) les dará, supongo, envidia.
Las comparaciones no son fáciles. El boleto porteño cuesta, desde la subida decidida por la autoridad local, el equivalente a 40 céntimos de euro. El billete barcelonés, a través del más común de los sistemas de pago, la T-10, está a 92 céntimos. Los salarios medios, es cierto, no son equiparables. En Barcelona son más altos que en Buenos Aires, aunque también es cierto que los milpesistas de allí no se enfrentan a disparates como los que sufren los mileuristas de aquí, que aún no entienden (y hacen bien) por qué alquilar un piso cuesta más que lo que ganan en todo un mes.
Otra diferencia entre los usuarios del metro de Buenos Aires y los de Barcelona es que a estos últimos, si es que tienen trabajo, o les han bajado el sueldo ya o amenazan con recortárselo. En resumen, que aunque sin apenas pólvora como para echar cohetes, la economía argentina tiene hoy unas constantes vitales más saludables que la española.
Las diferencias, pues, son enormes, pero en cuestión de subida del precio de boletos de metro la más llamativa de esas diferencias, al menos para mí, son los molinetes solidarios, la decisión de los trabajadores del suburbano de Buenos Aires de que los clientes, por decirlo en lunfardo, viajen de garrón y que al alcalde de la ciudad, Mauricio Macri, expresidente del Boca Juniors y controvertido magnate, se le quede cara de gilurdo.
El contraste con Barcelona es notable. Buscaba una forma de resumir esa diferencia, no la encontraba y, gracias a una crónica de A pie de calle de Edwin Winkels en este diario, felizmente la hallé. En 1951 –recordaba Edwin–, los barceloneses se sumaron masivamente al boicot al tranvía por el abusivo incremento de tarifas que trató de imponer el régimen. “Ahora la gente solo tuitea”, concluía Edwin en una crónica cuyo propósito inicial era retratar sobre el terreno (mejor dicho, bajo tierra) cómo respondían los barceloneses a la primera protesta de usuarios contra las subidas de la ATM y que, a la hora de la verdad, terminaba por convertirse en una inmersión en las aguas de Twitter en busca de manifestantes.
Por no ser menos , también he querido mojarme, sumergirme en las aguas de eso que tanto mola llamar las redes sociales. No ha sido, aviso de antemano, una inmersión de apnea con pesos y aletas de competición. Ha sido más bien un snorkeling con gafas de kiosko de playa, pues basta con teclear la referencia “yo no pago” para acceder al frenesí con el que en Twitter se vive esto de las protestas contra la subida de tarifas. La próxima jornada de resistencia gandhiana parece que está convocada para el próximo 15 de enero. En Barcelona, la cita está prevista en la plaza de Catalunya y el objetivo es que los molinetes giren libres, con o sin la ayuda de los empleados del metro, para hacer crecer así, por contagio y simpatía, el movimiento insurrecto del yo no pago, un eslogan que, humildemente, sugiero a sus promotores que lo registren antes de que lo haga, por méritos propios, la Generalitat de Catalunya, que parece que le ha cogido el gusto a esto de hacerse el longuis (hoy no pago la nómina, mañana me ahorro el dinero prometido para escuelas infantiles, las ayudas a las escuelas de música también para mí…), aunque eso es ya otra cuestión.
Tras 718 palabras escritas ya, llego por fin ahí adonde quería ir. En Buenos Aires se viaja esta semana gratis en metro. Bueno, como mínimo en horas punta. En Barcelona, el enojo está en en internet. La pregunta me parece obvia. ¿Para qué? ¿Para que la protesta, como si de una vasija de reactor nuclear se tratara, entre en una imparable fase reacción en cadena? A veces creo que no, que Twitter y Facebook no son más que el pitorro de la tetera a presión, puro alivio de sietemachos, simple onanismo de bolívares de tres al cuarto.
Como tengo por costumbre errar en mis pronósticos, Helena, compañera indispensable en estos lares de la redacción de EL PERIÓDICO, se compromete a estar puntualmente el próximo domingo, en la plaza de Catalunya, en la convocatoria de Yo no pago de Barcelona. El lunes será lo primero que leeré.

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