Es proverbial el sentido de la inoportunidad de los taxistas a la hora de protestar. Aún recuerdo aquella mañana de diciembre de 2004, comienzo de la final de la Copa Davis, cuando llegaban por oleadas al aeropuerto de San Pablo los catalanes y madrileños para ir directamente a la Cartuja, y se topaban con la falta de taxis en San Pablo porque habían decidido que esa era la mañana para incordiar. Se perdieron el primer set del Moyá-Fish, como tarjeta de visita de la hospitalidad. Ayer viernes comenzaba en Sevilla la convención de la mayor red francesa de agencias de viajes. 800 comerciales del país vecino con el secretario de Estado de Turismo galo, Hervé Novelli, como invitado principal en la recepción municipal en el Alcázar. Una gran oportunidad para encandilar a quienes pueden ser buenos prescriptores de sus millones de clientes a la hora de recomendarles Sevilla en sus escapadas vacacionales. Y la ciudad amanece sin taxis. Qué tino para chafar el encanto cuando es un día de hacer amigos.
El sector del taxi está sufriendo la notable reducción de la actividad económica, el achique de gastos en el ir y venir cotidiano por asuntos de trabajo, de negocios o de diversión. Pero difícilmente puede empatizar con la ciudadanía cuando intenta bloquear el tráfico en arterias esenciales de su red viaria, sabedor mejor que nadie (por estar tantas horas al volante) del descoloque generalizado por la reducción de carriles gracias al vallado escasamente productivo y por lo general vacío de operarios que justifiquen la urgencia de las obras en avenidas y puentes. Entre el Ayuntamiento y los taxis tenemos una pareja de hecho que convierte al peatón en la locomotora más rápida y al conductor en un ser estresado.
Qué oportunidad ha perdido el equipo de rodaje de la película Knight & Day. Sin necesidad de contratar extras ni pagar por el cierre de calles, tenía ayer montada gratis la puesta en escena de Every Day.
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