Aunque no lo creas, ambas profesiones tienen mucho en común: Tanto los DJs como los taxistas se encargan de mover a la gente. Del ritmo de unos discos al ritmo de la calle. Del viaje interior, orejas mediante, al viaje físico.
Nota para mis adentros: Ahora sé que mi vida profesional, o mi obsesión, se ha centrado siempre en tratar de provocar que la gente se mueva, o al menos que reaccione ante mis impulsos, o ante mis simpulsos.También, con el tiempo y la morriña, he tratado de adaptar mis mezclas musicales de antaño al taxi. Echaba de menos eso de coordinar el pum pum de dos vinilos y superponerlos en busca del mix perfecto. Por eso ahora muevo el volante como si fuera un giradiscos, scratcheando cada curva, uniendo las calles sin que se note el corte o adaptando la velocidad de mi taxi a los resaltes del asfalto para que, al pasarlos por encima, suenen también a 120 BPM (Baches Por Minuto).
Y sigo pensando que en cada usuario hay un ritmo. Que en cada parpadeo o en cada corazón de cada usuario hay un ritmo. Y aunque sus BPM no sean los míos siempre se pueden ralentizar o acelerar en busca del mix perfecto. Porque sigo pensando en el mix perfecto. Y no descansaré hasta conseguirlo.
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