miércoles, 30 de septiembre de 2009

'Cada vez más, la rampa del bus no va'


La pasada semana, Paquita Mínguez iba a subir a un autobús de TMB en l'Hospitalet para ir a las fiestas de la Mercè en Barcelona. "El conductor dijo que no funcionaba la rampa, luego me dijeron lo mismo otros dos conductores, de las líneas 57 y 157", explica esta mujer de 59 años, con poliomelitis desde los 13. "Se ha mejorado mucho en los últimos años, los FGC y el tranvía están muy bien –deja sentado Mínguez– y podemos ir a todos los sitios, pero últimamente pasa más a menudo que la rampa del autobús no funciona, que se queda a media salida". Los usuarios con silla de ruedas vienen advirtiendo de una cierta relajación en el mantenimiento de plataformas y rampas. Pero no sólo eso. "Son pocos casos, pero hay conductores, incluso en el metro, que se enfadan con nosotros, como si les hiciéramos perder tiempo". Y añade que " hay quienes te dicen que no saben bajarla, pero creo que a veces no quieren".

El caso más curioso le ocurrió hace pocos días, en Sant Feliu de Llobregat. Llegó el autobús con destino a l'Hospitalet, con su círculo indicativo de autobús adaptado, "y le hice la señal para que bajara la rampa, pero me dijo que aquel autobús ¡no tenía rampa!, aunque llevaba el letrero".

En un corto viaje, Mínguez se encontró ayer con que la información del recorrido de una línea, en un poste de parada sin marquesina, estaba muy alta para su posición en la silla (y encarada hacia la calzada de la Gran Via), y que el primer "9" no la pudo recoger porque las dos plazas reservadas ya estaban ocupadas. Poco antes Benito Duran, de la ECOM, había planteado en las jornadas sobre accesibilidad en el transporte público, la necesidad de reivindicar más plazas reservadas, ni que fuera por la obviedad de que "a veces, viajamos en grupo".

A la segunda oportunidad Mínguez podía subir al autobús. ¿Podía? "No puedo sola, al final de la plataforma hay escalón" advirtió. Pese a que el motor de su silla es bastante potente requirió del empuje de un empleado de TMB.

"Muchas veces es la gente la que te ayuda, aunque hay de todo", señala una vez dentro del autobús.

Abrocharse el cinturón (que teóricamente ha de asegurarse sobre el tórax) no es tan sencillo para algunos discapacitados que, por no poder doblar las piernas, por ejemplo, o porque hay mucho pasaje en el centro del vehículo, no pueden girar la silla. Paquita Mínguez acabó atando la silla al cinturón de seguridad, pero empleados de TMB apuntan que a menudo viajan discapacitados que no utilizan el cinturón de seguridad, como es obligatorio.

Otra dificultad es ir hacia delante para cancelar el billete, operación que prácticamente siempre acaba haciendo otro usuario. "El tranvía, en esto también es lo mejor", señala Mínguez. Para ella como para muchas personas con discapacidades, el TRAM es un ejemplo. Lo puede ser, porque ya se construyó con criterios de accesibilidad universal. Esta mujer reivindica así que los convoyes de metro tengan puertas con plataforma en todos sus vagones. Esta demanda se manifestó también en las jornadas.

Mientras estas y otras mejoras no se implanten en el metro, Mínguez seguirá usando el autobús y el taxi. "Yo vivo en la Florida, en l'Hospitalet, y allí las rampas para llegar a los andenes son muy pronunciadas. Yo no lo cojo, porque además el ascensor no funciona la mitad de las veces". Y los trenes de Renfe son caso aparte. Aunque fallen cosas en el metro y en el bus, Mínguez tiene claro que "ahora la prioridad para invertir son los trenes, las estaciones de ferrocarril y los pasos a nivel".

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