«Querían matarme, me di por perdido», recuerda el chófer de Vitoria que sufrió una brutal paliza en 2007
LOS DATOS
Ni duerme, ni come, ni pasea como antes. En realidad, nada es como antes de esa imborrable noche del 4 noviembre de 2007 cuando Agustín E. V. sobrevivió -«no sé cómo»-
a la brutal paliza que le dieron dos clientes. Les recogió en su taxi en un club de alterne y acabó arrastrándose por el puerto de Arlabán empapado de sangre y «lleno de golpes». La Fiscalía de Guipúzcoa reclama para sus agresores 20 años de cárcel y 424.000 euros de indemnización, como ha revelado EL CORREO. Pero Agustín tiene otras preocupaciones. «A mis 61 años no logro dormir por las noches. No podré volver a coger el taxi nunca. No tengo sensibilidad en las manos. Espero que la condena sea fuerte», comentó ayer a este diario.
Esa terrible noche el conductor alavés recogió a Alfonso G.H., de 52 años, y a Joaquín de la P.O., de 23, ambos vecinos de la capital alavesa, en el club de alterne Damas, en Domingo Beltrán. Le pidieron que les llevara a Oñati. El Citroën C5 de Agustín se dirigió a la localidad guipuzcoana y en el camino uno de los dos le pidió que parara para orinar. Los dos se bajaron, intercambiaron unas palabras y tras subir de nuevo al vehículo le rogaron que les llevara al terreno que uno de ellos poseía en el puerto de Arlabán.
«Parecían normales, no daban la sensación de estar borrachos. Hasta hablamos de albañilería», explica la víctima con cierta dificultad para hablar. Cuando se aproximaba por un camino a la zona indicada por los clientes, Agustín se negó a seguir. Frenó su coche para no dañarlo, dado el desnivel del terreno, y los encausados se bajaron y desaparecieron. Volvieron a los quince minutos y obligaron al chófer a salir del taxi. Entonces empezó la lluvia de golpes y patadas, en los que los autores utilizaron hasta un tablón de madera, según el relato fiscal. «Fue bestial», añade la víctima.
El taxi se estrelló
No acabó ahí. Faltaba lo peor. Cuando sus atacantes iniciaban la huida uno de ellos vio que todavía se movía, así que le dio varias patadas en la cabeza que le dejaron inconsciente. Luego se dieron a la fuga en el taxi. «Querían matarme. Me di por perdido...», repite con el dolor congelado en las pupilas. El Citroën C5 apareció unas horas después «porque se habían dado un golpe con junto a la Mercedes. Y se llevaron el poco dinero que había». Apenas quince horas después del ataque, la Ertzaintza detuvo a los presuntos agresores.
Agustín recobró el sentido y logró arrastrarse para pedir ayuda a un camionero. Salvó su vida, pero nadie le quitó el mes de ingreso en el hospital de Cruces, donde ingresó con fracturas y lesiones por todo el cuerpo.
El chófer nacido en la localidad alavesa de Villafranca no puede con tanto dolor, el físico y el peor, el que no se sacude de su cabeza. «Duermo por agotamiento, me cuesta conciliar el sueño porque tengo hormigueos en los brazos. No tengo sensibilidad en las manos y todavía tengo desequilibrio al andar».
-¿Qué piensa de los agresores?
-Si no les vuelvo a ver la cara, mejor. No puedo volver a trabajar. No sé de dónde he sacado las fuerzas para seguir adelante.
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