miércoles, 24 de junio de 2009

DESDE MI BUTACA: EL CUMPLEAÑOS DE LAILA


Un día sin furia
Abu Laila y su hija.

Abu Laila es juez, pero las circunstancias le obligan a trabajar como taxista. El ministerio correspondiente tiene dinero para cambiar las cortinas del despacho del jefe de turno cada dos por tres, pero no para pagar su sueldo a los magistrados. Por esto, para poder sobrevivir Abu se ve obligado a tomar prestado el taxi de su cuñado.
Y nos invita a pasar el día del cumpleaños de su hija con él y conocer la realidad de Ramala. A ser un pasajero más de su taxi durante toda una jornada laboral al módico precio de una entrada de cine. Un taxi en el que no se permite fumar, ni llevar armas. Ni hacerse cariñitos. En el taxi de Abu Laila no se puede hacer ni el amor, ni la guerra. Se aplica la ley con todo el rigor. Un taxi que nos lleva por las calles mal asfaltadas y peor urbanizadas de la sede del Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. A ver sus edificios de piedra blanca y sus olivos desperdigados. A ver sus puestos de control y su infame muro. Sus tienduchas de mala muerte y el día a día de sus ciudadanos. Y cuando lo hace, El cumpleaños de Laila parece auténtica y verdadera.
Pero como si esto no fuera suficiente Rashid Masharawi, su director y guionista, decide dar voz a los pasajeros del taxi. Darles sus segundos de gloria. Que cada uno lance sus frasecitas con su correspondiente mensaje. Un discursito que no admite ni antecedentes, ni discusión, ni matices. En el que prima el adoctrinamiento frente a la cohesión dramática. Y la película se vuelve falsa y truquera. Se convierte en una sucesión de testimonios forzados e inconexos salpicada de situaciones surrealistas por culpa de una puesta en escena tosca y monótona y un guión deslavazado y ramplón. Porque son contados los momentos en los que esta especie de Un día de furia a la palestina sin Michael Douglas consigue sacudirse su aire indolente y apático: sólo en las apariciones del ex convicto (interpretado por Saleh Bakri, el trompetista fan de Chet Baker de La banda nos visita, hijo en la vida real del actor protagonista) o en la llegada de Abu Laila a su casa su pegada es contundente.
En sus escasos 71 minutos, El cumpleaños de Laila pretende ser drama familiar, comedia, denuncia política, documental. y se queda en casi nada. Porque para ser un drama familiar, le falta cumpleaños y le falta Laila durante casi todo el metraje. Porque para ser comedia, le falta ritmo y chispa. Porque para ser denuncia política le falta profundidad y porque para ser documental le sobran discursitos forzados. Discursitos que escuchamos en árabe y leemos en unos desastrosos subtítulos llenos de errores gramaticales y faltas de ortografía.

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